EL LOBO Y EL PRÍNCIPE
En el
parque Hula Hula, después de vagar cabizbajo y hambriento durante dos días y
doce horas, ignorado por todos, El Lobo despertó, y lo primero que vieron sus
ojos mansos, fue un borrachito perseguido por una mujer que lanzaba
maldiciones, quien luego de alcanzarlo lo derribó de un empellón justo al lado
de la banca de metal donde estaba el animal y le metió las manos en el
bolsillo.
La cabeza
del hombre quedo fijada en el suelo, presionada por el tacón obsceno de la
mujerzuela, los ojos a la misma altura, la barba mal rasurada y el cabello
alborotado.
— ¡Válgame
Dios, solo un dólar anda este bolo!—dijo decepcionada al revisar la mugrosa
billetera; así que terminó cobrándose con dos puntapiés en las costillas; luego
corrió para al burdel. Había comenzado a llover.
— ¡Que
chucho más feo!
— ¡Que bolo
más hediondo! —respondió El Lobo.
—
¡Shhh!—dijo el beodo poniendo sus dedos sobre los labios- ¡apestoso nada, yo
soy un príncipe, dueño de un palacio de diamantes, una tienda hecha de día y un
rebaño de elefantes, y esa mujer es la reina Madre! ¿Sino porque habría yo
dejarme maltratar de esa manera?
— ¿Por qué
te ha golpeado aquella mujer, si eres un príncipe?—preguntó el animal, que sin
conocer la mentira, todo lo creía.
—Veras, su
hija y yo… es decir la princesa Debayle… ¿sabes quién es? ¡Que va a saber leer
un animal!
El
borrachito se puso en pie y se alejó balanceándose como farola de barco,
recitando con su voz aguardientosa la sabiduría del poeta; perdido en su
embriaguez, parecía no darse cuenta de la tormenta que arreciaba cada vez más
sin intención de querer amainar.
<<Hoy
he conocido a un príncipe… un pobre y desdichado príncipe>> pensó el
animal.
Las lámparas
del alumbrado público comenzaron a parpadear hasta que terminaron por apagarse
dejando a oscuras la capital.
El Lobo
aulló con un grito lastimero y se enrolló titiritando debajo del hierro
forjado.
—Miguelan
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