viernes, 1 de diciembre de 2023

EL MAESTRO

 EL MAESTRO.

El maestro y el discípulo buscaron la sombra de un frondoso árbol, que se erguía estoico a la inclemencia de los elementos, desde tiempos en que la memoria humana no era capaz de recordar.

Era un medio día de febrero.

Una brisa ligera que soplaba del este, agitaba los cabellos del maestro y dejaba en libertad algunas hojas que mecidas por el viento encontraban muchas veces las cristalinas aguas de un riachuelo que se deslizaba entre la hierba y las flores silvestres.

Los ojos castaños del rabí escrutaban el horizonte; el discípulo miraba sus sandalias. Y aunque los pies del maestro estaban sucios por el polvo del camino, a él, le parecían hermosos.

Hacía ya mucho tiempo que aquel hombre lo había encontrado en el oscuro callejón de una pecaminosa ciudad; lo halló agonizante; habiendo sido golpeado con salvajismo y herido por un rico mercader a quien había querido despojar de su dios…

Al despertar de su inconsciencia, se encontró unos ojos serenos, sin reproche o enojo.

Ningún consejo o regaño recibió de los labios de aquel desconocido, quien al verle que había despertado sonrió con sinceridad.

Sus manos limpiaban con firmeza las heridas aun sangrantes, aplicando vino abundante, haciéndole retorcerse de dolor. Después aplico un ungüento hecho con aceite de oliva y miel.

¿Acaso no sabía quién era él? Nada bueno recordaba haber hecho en su corta vida de mal viviente ¿Por qué se molestaba en curarle?

–Muchos caminos llevan al hombre a un mismo lugar –dijo el extraño.

¿Qué quería decir? En ese momento no lo comprendió.

<<debe ser un santón iluminado que camina por el mundo haciendo el bien>> Pensó.

–No soy muy diferente a ti –le dijo sorprendiéndole- solamente soy un hombre que transita un camino distinto… aunque al final llegaremos al mismo destino.

Terminó de vendarle y entablillarle las diferentes fracturas y se retiró para que pudiera descansar.

Se quedó a su lado muchos días, hasta que viéndole completamente recuperado se dispuso a marcharse.

—¿Cómo te llamas?

—El nombre de un desconocido no dice nada a quien lo oye.

—Dice mucho si ese desconocido le ha salvado la vida.

El Rabí sonrió, y le dijo su nombre al muchacho; estaba maravillado con la respuesta.

— ¿puedo ir contigo?

— ¿puedes?

El hambre llevó de regreso al discípulo, hasta el mediodía de febrero y abrió el zurrón para sacar un poco de pan. El maestro seguía con la mirada en la lejanía. Lo partió y poniendo un poco de vino en una taza de latón lo ofreció al rabí.

Mientras comían, unas mariposas de alas amarillas que volaban cerca, interrumpían el silencio produciendo un extraño sonido al acercarse, como pequeñas detonaciones ¿Cómo lo hacían? se preguntó el discípulo.

—Lo maravilloso es que puedan hacerlo, no como lo hacen-dijo El Maestro.

El discípulo ya no le sorprendió que el rabí se adelantara a sus pensamientos, después de caminar a su lado, aquello le iba resultando natural.

–Maestro… son muchas las preguntas que se agitan en mi cabeza; pero cuando logro capturar alguna para examinarla con detenimiento solamente logro que salgan otras… y otras. Sin embargo recordando el día en que me encontraste hay algo que me inquieta: El otro día cuando te insultaron en aquella avenida tuve deseos de matar al sujeto que tan mal te trató. Y al haberme detenido de pronto me sentí como una fiera encadenada sin poder actuar y aunque no hice nada, dentro de mí había un fuego que me consumía.

¿Es la naturaleza humana susceptible a la metamorfosis total?

El maestro sorbió un poco de vino y lo dejó reposar en su boca un par de minutos cerrando los ojos antes de responder, el discípulo esperó.

– ¿si encerramos un tigre en una jaula, dejará de ser tigre? ¿Puede ser feliz la quimera subyugada con el cuello bajo la bota inquisidora del falso rabadán? pretender que ha desaparecido el destello selvático de sus ojos seria mentir…

— ¡las cuerdas pueden atarlo pero siempre será una fiera! —exclamo el discípulo

– ¿Por qué?—preguntó el maestro.

– ¡porque en su corazón está la levadura de la selva!

El maestro lo vio con infinita bondad, como mira un padre a su hijo que apenas balbucea y ya quiere saber los grandes enigmas de los adultos.

Había caminado muchos senderos oscuros y había encontrado en ellos preguntas sin respuesta aparente para los simples mortales, pero ahora debía responder una pregunta sencilla, una interrogante que el mismo discípulo le había respondido

–El tigre no es malo, ¡El tigre es tigre y actúa según su naturaleza!

– ¿y cuál es la naturaleza del hombre? preguntó el joven.

–Mi maestro dijo una vez que el Padre sembró en el corazón del hombre buena semilla…

– ¿Tú tienes un maestro? preguntó sorprendido el aprendiz.

Como respuesta, solo obtuvo una sonrisa.

–La naturaleza del hombre es el bien, pero vino el enemigo y sembró cizaña, lo que algunos llaman mala levadura…

El discípulo estaba maravillado por la sabiduría de su maestro sin duda se quedaría largo rato a su lado antes de iniciar su propio camino, la tarde había caído y era necesario continuar…

Miércoles, 20 de febrero de 2013.

 

—Miguelan.


ACUARELA TIGRE A LA LUZ DE LA LUNA SELVA


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